Idea

Entre la realidad y la ficción

Un tufo a involución se está colando por todas partes. La actualidad sociopolítica alrededor de la violencia de género tiene revuelta a buena parte de la población, y no sólo me refiero a quienes nos aproximamos a la generación de conocimiento sobre esta lacra social y aportamos un granito de arena con análisis de la realidad y reflexiones para combatirla.

Los partidos políticos, ahora en periodo post y preelectoral, según desde donde se miren, de pronto se han acordado de este tema para salpicarlo en sus programas, También los organismos de igualdad están inquietos, pues desde los años de la imposición de techo de gasto han visto reducidos drásticamente sus presupuestos afectando a la reducción de personal y de las ayudas que dedicaban a combatir la discriminación contra las mujeres, tan profundamente arraigada. El tufo ha soliviantado a la ciudadanía de la calle con continuas manifestaciones de mujeres y también de hombres que, además del movimiento #MeToo y la multitudinaria reivindicación del pasado 8 de marzo, se convocan ahora de forma más o menos espontánea, continua, quejosa y rabiosa cada vez que hay una desaparición de una mujer, un asesinato, una ausencia de condena de crímenes machistas, o una amenaza de entorpecer la acción pública a favor de la igualdad. El tufo alienta tertulias en los medios de comunicación e impregna conversaciones informales de taberna y reuniones familiares.

Cuando creíamos que se había conseguido un alto nivel de sensibilización acerca de la importancia de visibilizar y denunciar conductas de violencia machista contra las mujeres, cuando la ley orgánica estatal contra la violencia de género (aprobada por unanimidad parlamentaria) va a cumplir 15 años creyendo que había dejado clara la diferencia entre violencia de género y violencia doméstica, cuando la mayoría de gobiernos autonómicos están renovando sus leyes ampliando la cobertura a los nuevos tipos de violencia de género, cuando a mediados de 2017 se firmó un Pacto de Estado que reavivó la esperanza de disponer de nuevos recursos para combatir esta pesadilla, resulta que muchos de los logros alcanzados por los movimientos a favor de la igualdad de género se ponen en entredicho por parte de grupos reaccionarios. Grupos que, con un discurso populista y facilón, reinterpretando cifras y datos, aprovechando la extendida estrategia de la desinformación, empiezan a tener VOZ manifiestamente antidemocrática gracias a la sociedad democrática que le ha dado esa voz.

Ha sucedido en lugares insospechados hasta hace bien poco, en los Estados Unidos de América, en muchos gobiernos europeos y como España no es diferente, también en nuestro mediterráneo país.

No podemos bajar la guardia ni caer en autocomplacencias. Animo encarecidamente a visionar una premiadísima serie “El Cuento de la Criada” basada en una novela que Margaret Atwood escribió en 1985, pero que me temo está de rabiosa actualidad. Su argumento podría resumirse así: debido a los altos niveles de contaminación medioambiental, la población mundial, y en concreto la estadounidense, reduce drásticamente sus niveles de fecundidad. Un golpe militar pone en el poder a un grupo de políticos tecnócratas que eliminan todas las libertades de las mujeres a fin de que éstas se dediquen a su única misión en el mundo parir, criar y cuidar. Una situación donde las mujeres que fueron fértiles en los tiempos libres son las criadas-esclavas de los órganos en el poder y a las que se las viola ceremoniosamente una vez al mes. Wikipedia describe el argumento como una distopía (posible futuro que retrata una sociedad ficticia indeseable en sí misma).

A quien le parezca ficción a lo mejor le conviene recordar que en el mundo ahora mismo se viven realidades parecidas: secuestros masivos de niñas por Boko Haram en países como Nigeria, mujeres cautivadas por ISIS para concebir nuevos soldados, o el sangrante tráfico de mujeres como esclavas sexuales por todo el planeta (España, cómo no, es uno de los principales destinos de la trata de mujeres), sin olvidar por supuesto, las agresiones sexuales en manada a mujeres, la herida ulcerada que queda en las víctimas de la violencia de género, las violaciones y los ataques machistas cotidianos. La serie también nos hace evocar fenómenos actuales como la proliferación de la gestación subrogada (vientres de alquiler) y que, en definitiva, la mayoría de las mujeres del siglo XXI siguen siendo afectadas por una división sexual del trabajo que las confina prioritariamente a las tareas domésticas y de cuidado, y donde la corresponsabilidad efectiva con sus compañeros de vida en estas tareas sigue siendo una utopía.

Los micromachismos son un problema cotidiano, pero esperemos que el tufo de la involución se quede en una amenaza de ficción.

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