Idea

Tomarse en serio la Estrategia 2020

En marzo de 2000, el Consejo Europeo de Lisboa aprobó un documento de estrategia a largo plazo que se suponía debía guiar a la Unión Europea hacia las condiciones para convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva del planeta. De acuerdo con algunos autores, la estrategia de Lisboa suponía la respuesta europea a la globalización, asumiendo las condiciones de la economía social de mercado, y construyendo una economía dinámica y sostenible basada en el conocimiento.

Los resultados de la estrategia fueron decepcionantes. En 2004, el informe de evaluación intermedia liderado por Wim Kok demostró que los progresos realizados hasta aquel momento no habían sido suficientes, y tres años más tarde la Unión Europea se vio envuelta en la que hasta ahora ha sido la crisis económica más importante desde la II Guerra Mundial. En 2010, la estrategia se consideró como un auténtico fracaso.

En 2010, el Consejo Europeo de Junio aprobó la que sería su continuación, la Estrategia Europa 2020, cuyo objetivo fundamental mantenía coherencia con lo planteado en la Estrategia de Lisboa, esto es, fomentar el dinamismo y el crecimiento de la economía europea a través de tres pilares: crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo, y que basaba su acción en la puesta en marcha de siete iniciativas “insignia”, centradas en la innovación, la formación para los jóvenes, la agenda digital, el cambio climático y la eficiencia energética, la política industrial, la reforma de los mercados de trabajo y la lucha contra la exclusión social y la pobreza.

La estrategia se basaba en indicadores objetivables capaces de medir el progreso hacia el cumplimiento de las metas, y se articulaba a través del semestre europeo con el núcleo de la gobernanza económica europea, lo que garantizaba la coherencia con los otros objetivos de política económica vinculados al Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

La crisis de la eurozona, la puesta en marcha del Mecanismo Europeo de Estabilidad, el Pacto Fiscal, el Pacto por el Crecimiento y las negociaciones sobre la Unión Bancaria, todas ellas iniciativas vinculadas a los mecanismos de resolución de la crisis, han restado protagonismo a la Estrategia. De nuevo lo urgente ha desplazado a lo importante en la agenda de prioridades.

Sin embargo, la crisis de la eurozona tiene un fuerte componente estructural, y, especialmente, el empeoramiento relativo de la productividad europea en relación con Estados Unidos y Japón, y la falta de respuesta a la competencia de los países emergentes. Con independencia de la valoración que se haga de las medidas de política monetaria, fiscal y financiera con las que se ha enfrentado la Unión Europea a la crisis de 2008 (muchas de las cuales pueden ser calificadas de insuficientes, contraproducentes y demasiado costosas en términos sociales), es imperativo recuperar el impulso en el ámbito de lo estructural, esto es, en el establecimiento de las condiciones que permitirán un crecimiento sostenido en el largo plazo. Sin estas condiciones, viviremos una larga era de débil crecimiento con unas economías frágiles y poco preparadas para la competencia global.

La Estrategia 2020 contiene buena parte de las reformas e iniciativas necesarias. Pero su puesta en marcha no puede depender únicamente del presupuesto de la Unión. Los fondos estructurales y de inversión (FEDER, FSE, FEADER) pueden suponer, para el período 2014-2020, un auténtico catalizador para orientar las economías nacionales y regionales en la dirección correcta, pero los estados tienen que hacer su parte. El esfuerzo planteado por la Comisión en el concepto de “partenariado” es una buena orientación y debería ser tomado en serio.

Estamos en 2014 y la Estrategia 2020 se encuentra ya cerca de la mitad de su vida. Todavía estamos a tiempo de llegar al año 2020 con los objetivos cumplidos. La economía europea necesita estabilidad, sin duda, pero sobre todo necesita sentar la bases de un crecimiento inteligente, integrador y sostenible, que permita a la ciudadanía europea disfrutar de altos estándares de vida en condiciones de libertad y democracia.

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